Texto de la crónica publicada en El Universal el 20/03/2006. Página 3-14.

Por: Ana María Hernández G.

El siguiente texto fue publicado en el diario El Universal el 20 de marzo de 2006, y corresponde a la visita del fotógrafo norteamericano Spencer Tunick. Ahora, este texto, junto con otros que también relatan la misma experiencia pero desde otros ángulos, integra el libro “Crónica de piel con variaciones”, de la autora.

Desnudarse ante desconocidos no fue lo más difícil de la experiencia Tunick en Caracas, sino caminar a las 5:00 am por los alrededores del sitio del encuentro, zona rojísima, hambrienta de sucesos.

Foto cortesía: GIL MONTAÑO

Desnudarse ante desconocidos no fue lo más difícil de la experiencia Tunick en Caracas, sino caminar a las 5:00 am por los alrededores del sitio del encuentro, zona rojísima, hambrienta de sucesos.

Entramos al verdadero punto de reunión de los participantes: la explanada muerta de tedio y desidia que media entre los edificios que anteceden las emblemáticas Torres de El Silencio. De pronto vino a la mente un campo de concentración o una fábrica de soylent green, tan cercanos y a la vez tan ajenos a nuestros recuerdos. Incertidumbre, todo el mundo a la expectativa sin café, con hambre, con sueño.

Vinieron los arrieros y nos organizaron en dos grandes grupos, y cada uno en cinco filas. Eso permitió calcular entre 1.500 y 2.000 personas, mucho más de lo que realmente esperaban. Como dijo uno de los pastores, no creían que fueran más de setecientos. Pero hasta allá llegaron en mono, en bata de casa o salto de cama, en pijamas, dormilonas, acabando de salir de una fiesta o de un bar y con ganas de estar desnudísimos de una vez por todas; muchos del interior del país, Puerto La Cruz, Maracaibo, Mérida, según deducción de los acentos; del exterior como Alemania, España, Colombia.

Gente variopinta, bellos, horribles, jóvenes, viejos, ancianos, un señor en silla de ruedas, estudiantes, profesionales, artistas.

De pronto Tunick interrumpió nuestras conversaciones para dar sus instrucciones, entre las cuales recordó que no era el tiempo para desnudarse todavía. Venezuela al fin y al cabo, el chaleco, los gritos, vítores, abucheos de toda índole se hicieron sentir.

A una seña, supimos que aquellos sueños repetidos donde usualmente aparecemos desnudos frente a otros se hicieron realidad: la orden de Tunick fue impartida y como si fuera lo más normal, todos prescindimos de nuestras vestimentas.

Fue el momento de la sinceridad y del darse cuenta, el instante en el cual cada quien mostró sin empacho su verdadera identidad. Salimos, caminamos, saludamos a la prensa, llegamos al pavimento y la avenida Bolívar nos recibió despejada y bonita, con un amanecer poético.

Primero nos distribuimos a cada lado de la avenida justo por donde salen los carros del túnel y bajo la mirada sin censura de Bolívar.

Luego nos desparramamos sobre la ancha isla, mientras las órdenes de Tunick traducidas por su cuñada no podían controlar la natural capacidad de desorden del venezolano. Si pedía “agárrense de las manos”, se coreaba al estilo Puma. Si mandaba a no sonreír ocurría todo lo contrario. Si clamaba “bajar la cabecita” alguien gritaba que le explicaran a Tunick que estaba en este país, y todo lo que implicaba.

Otro solicitó una playa nudista en Vargas. Cambiamos de posición, el sol entibió nuestros cuerpos. Ya no sentíamos nada de vergüenza y ver el cuerpo del otro fue reafirmar nuestra propia belleza. Una maracucha inmensa sugirió aprovechar para marchar a Miraflores.

Tunick perdió la paciencia pero no arrojó la cámara. Finalmente se dio por satisfecho y todos le brindamos un gran aplauso por regalarnos una buena dosis de autoestima.

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Ana María Hernández Guerra (Caracas, 1962)

Licenciada en Comunicación Social (UCV). Trabajó en El Universal, El Globo y El Nuevo País. Ha colaborado en los proyectos culturales de Banesco, Fundación Polar, Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho, Orquesta Sinfónica Venezuela, entre otros.

Músico, Docente universitaria. 

Escritora, autora de novelas, relatos y poesía. Sus libros están publicados y distribuidos por Amazon:  http://bit.ly/3tBSGTh

Desde 2017 reside en Lima (Perú), una más de los ocho millones de venezolanos fuera de su país.