Por: José R. Guevara González.

Síntesis Ambiental.

Este es el primero de una serie de artículos relacionados con la situación ambiental de Venezuela, que hemos llamado: “Síntesis Ambiental”

Es muy común hoy en día, cuando se trata de temas ambientales, la confrontación polémica acerca de la política ambiental, bien sea a nivel local o regional por gobiernos municipales o de un estado o provincia, o el de los organismos internacionales que pretenden paliar la crisis ecológica de todo el planeta. Preguntas como las siguientes se manejan en los  ámbitos señalados: ¿Qué tan exitosa ha sido la política de protección ambiental en…? o ¿Existe una real “voluntad política” al respecto? En la serie de artículos que iniciamos hoy trataremos, de la manera más objetiva posible, de responder estas y otras preguntas sobre el tema con la sana intención de aclarar un poco el panorama, en medio de la densa maraña informativa (y desinformativa) a la que nos enfrentamos a diario.

En esta primera visión trataremos un tema que, si bien tiene que ver con las inquietudes antes señaladas, es de una magnitud y escala tal que pareciera estar por encima de “políticas y voluntades” y a muchos se les antoja inevitable, mientras que otros (¿cuando no?) lo niegan.

Lanzamos dos preguntas más para iniciar el tema: ¿Es real el calentamiento global?, ¿Cuáles son sus efectos más visibles?

Aunque se ha escrito mucho sobre el tema, esperamos que esta visión local pueda ayudar al lector a entender el problema a escalas mayores y sirva como inicio de investigaciones clarificadoras.

El Efecto invernadero y el cambio climático 

Es bastante frecuente, debido a los medios informativos con que cuenta la sociedad actual, que términos científicos se conviertan en uso común y adquieran protagonismo en muchos ámbitos sociales, más si estos son parte de problemas a solucionar para “todos” que se tornan en algún momento “insolubles”.

Así tenemos que cuando el científico francés Jean Baptiste Fourier sugirió en 1827 que existían gases que tenían un efecto de invernadero al mantener caliente a la Tierra, comenzaba un largo camino de conocimiento que desembocaría en la Convención Marco de las Naciones Unidad sobre el Cambio Climático, firmada por una gran mayoría de los países del planeta avocados a solucionar un problema que afecta no sólo a todos los humanos, sino a todos los organismos vivos.

Debemos aclarar que existe un efecto invernadero natural,  favorable a la vida, y que funciona de la manera siguiente: Un porcentaje de la radiación solar que recibe la tierra, atraviesa la  atmosfera formada por una alta proporción de Nitrógeno, un 20 % de Oxigeno y una mezcla de gases que incluyen el CO2, vapor de agua, oxido nitroso  y metano, entre otros que conforman los gases invernadero, los cuales  retienen parte de la energía calorífica que es reenviada desde la superficie terrestre a la  atmosfera. Esta proporción de energía mantiene la temperatura de nuestro planeta en un nivel adecuado para la vida.

Ahora bien. El desequilibrio del efecto invernadero natural no es otra cosa que el aumento de la temperatura media de nuestro planeta debido a la emisión a la atmosfera de cantidades cada vez mayores de ciertos gases, entre los cuales destaca el Dióxido de Carbono (CO2). Las actividades humanas han ocasionado un desequilibrio en las emisiones de estos gases incrementando las temperaturas a niveles cada vez mayores, hasta convertirse en disparador del denominado cambio climático.

Esto se ha evidenciado, sobre todo en los últimos siglos de historia a partir de la revolución industrial y, especialmente, durante el siglo pasado, con el uso de vehículos a motor, la quema de combustibles fósiles, la deforestación acelerada y otras actividades humanas llevadas a niveles máximos con el aumento poblacional.

El deshielo de los glaciares

Los glaciares son, por definición, grandes extensiones naturales de hielo en movimiento (casi imperceptible) que ocupan cimas de montañas o regiones circumpolares. Se han originado por las bajas temperaturas comunes en esos lugares y tienen una larga data geológica siendo, por así decirlo,  paisajes “sobrevivientes” de las eras geológicas en las cuales la tierra ostentaba un clima más frio que el actual. Constituyen más del 70 % del agua dulce del planeta y, obviamente, en un escenario de elevaciones globales de la temperatura, su derretimiento es uno de los primeros efectos evidentes, junto con los campos de hielo y la banquisa polar. Una buena descripción de los glaciares se obtiene en el siguiente enlace de IBERDROLA: https://www.iberdrola.com/sostenibilidad/derretimiento-glaciares-causas-efectos-soluciones, mientras que noticias sobre el derretimiento de los glaciares se han venido haciendo cada vez más comunes. La propia UNESCO ha llamado la atención del hecho en una nota de prensa: https://www.unesco.org/es/articles/la-unesco-alerta-sobre-la-desaparicion-de-algunos-glaciares-iconicos-del-patrimonio-mundial-de-aqui

La desaparición de los glaciares tropicales

Por efecto de las altas temperaturas promedio existentes en las regiones tropicales, estas zonas climáticas son las de menor superficie con glaciares, y también las primeras en acusar el impacto en sus masas glaciares. La nota anterior destaca esto tanto para África como para América Latina.

Venezuela.  El último glaciar

Venezuela, al estar la totalidad de su territorio en la zona intertropical, presenta superficies muy bajas de paisaje glaciar al compararla con otros países de regiones templadas o de latitudes más altas, así que sólo en las cimas más altas de la cordillera andina existió y aún pervive este paisaje natural, y le cabe el dudoso honor de estar entre los primeros países con glaciares que los verán desaparecer totalmente en el presente siglo.

Los estudios científicos señalan que, durante la última Edad de Hielo, nuestro país debió tener una extensión glaciar que osciló desde alrededor de los 1.000 Km2,  decreciendo hasta 600 Km2. Esto habría ocurrido hace más de 10.000 años y, desde este evento geológico, comenzaría lentamente el retroceso de los glaciares en nuestro país.

En épocas históricas, mediciones hechas por diversos medios nos aportan un nuevo escenario con muy poca superficie glaciar. El Ingeniero Alfredo Jahn,  en sus labores de construcción de la Carretera Trasandina, tuvo la oportunidad de visitar, escalar, observar por largo tiempo y medir topográficamente la extensión de los glaciares de nuestros Andes. Hace poco más de 100 años y en un trabajo ya clásico, publicado en 1921, señala una superficie de 10 Km2 de glaciares alrededor de las mayores cimas andinas: el Pico Bolívar, la Corona formada por los Picos Humboldt y Bonpland, La Concha, con su Pico la Garza, y los Picos El Toro, y El León.

El retroceso se fue haciendo cada vez más evidente para excursionistas y montañistas, y desde la construcción del teleférico en los años cincuenta, para turistas inclusive. El Geólogo Carlos Schubert, basándose en fotografías aéreas del año 1952, estima que para ese año solo quedaba 2,91 Km2 de superficie glaciar, más del 70 % desaparecida en 30 años.

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Forestales al pie del pico Bonpland,  1977. Parte oeste del Glaciar Siniguis o de la Corona. Fotografía del autor.

Para los que vivimos en esta grata región se nos hizo cada día más patente, sin necesidad de estudios ni mediciones, que la cantidad fija de hielo y nieve era año tras año menor, y que solo en temporada se cubrían de blancura las montañas merideñas, quedando el resto del año solo en el Bolívar y La Corona. En PRODAVINCI, Helena Carpio nos resume este proceso como parte de los recuerdos sobre su abuelo, quien participo en las famosas jornadas de sky organizadas por el Club Andino y la Casa del Turista en las décadas del 50 y 60: https://factor.prodavinci.com/elultimoglaciar/index.html

Al arribar al nuevo siglo y hacerse mediática y por tanto masiva la discusión sobre los efectos del cambio climático, y notarse más y más el proceso de extinción de las masas de hielo glaciar en los círculos ecológicos, de montañistas, ambientalistas y universitarios, se generó una preocupación por la desaparición de un paisaje que formaba parte del patrimonio natural de la región. Esto desembocó en una serie de acciones dentro de las cuales el proyecto sobre el último glaciar, liderado por los investigadores Luis Llambi, Alejandra Melfo y Luis Gámez, de la Universidad de Los Andes, es una de las más importantes.

Las estimaciones de los científicos participantes en este proyecto señalan que, en este momento, apenas dos decimos de Km2 quedan de superficie glaciar en el Pico Humboldt, lo que resta de una corona majestuosa que, para mediados del siglo pasado, ocupaba 70 hectáreas de hielo y nieve permanente. Creemos que el proceso descrito es una prueba patente de los efectos del aumento global de temperatura media. Los mismos estudiosos nos han informado de un proceso de colonización vegetal que permite inferir futuras áreas con ecosistemas de alta montaña en territorios del otrora glaciar. Dejamos aquí el enlace de National Geographic , donde el propio Llambi explica el proyecto: https://www.nationalgeographicla.com/ciencia/2020/10/exploradores-cambio-climatico-el-ultimo-glaciar-de-venezuela-esta-corriendo-a-su

Finalmente, a partir de una imagen reciente de Google Earth Pro podemos tener idea acerca de  las dimensiones actuales del citado glaciar:

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Imagen  Google Earth Pro del estado del Glaciar del Humboldt en enero de 2021. Eje mayor: 270 metros. Eje Menor: 160 metros.

Polémica

Cerramos esta visión informando acerca de una iniciativa gubernamental regional que nos lleva a las preguntas formuladas al inicio de este artículo, acerca de la pertinencia y voluntad de los tomadores de decisión en los problemas ambientales. El problema se sintetiza magistralmente en esta carta que ha circulado recientemente en la cual los montañistas merideños solicitan información acerca de un proyecto para cubrir lo que queda de glaciar con material geotextil para su conservación: 

Los lectores interesados en este tema y cualquier otro referido al ambiente, la ecología y la naturaleza pueden escribir a joserguevaragonzalez@gmail.com o a simonveritas@gmail.com

José R. Guevara González

Ingeniero Forestal (ULA, 1979). 

Doctor en Biología Vegetal y Edafología de la Universidad de Valencia, España (2016). MSc. en Botánica (UCV, 2001). 

Profesor Titular Jubilado Activo de la ULA en Botánica Sistemática y Dendrología en la Escuela de Ingeniería Forestal y de Inventarios de Vegetación y Flora en la Maestría en Botánica y Taxonomía Neotropical en la Facultad de Ciencias. 

Ha sido Director y Curador del Herbario Carlos Liscano (MER). Sus áreas de investigación son la geobotánica, fitosociología, ecología vegetal, florística y manejo de la biodiversidad.